La aventura de desarrollar mi conciencia ecosistémica con la Teoría U
Parte I: Respondiendo al llamado del propósito en el atardecer de la vida
“No podemos vivir el atardecer de la vida según el programa de la mañana, porque lo que fue idóneo en el amanecer, será inconveniente en la tarde, y lo que en la mañana fue verdad, en la tarde se habrá convertido en mentira”. Carl Jung.
Este artículo es el cuarto de la serie “Estos tiempos están hechos para inconformes”. Debido a su extensión, lo he dividido en tres partes; esta es la primera. Lea la versión en inglés aquí.
Un ciclo de siete años de mi vida terminó en marzo de 2023. Cuando comencé este viaje en 2016, era un hombre de 65 años en busca de sentido.
Sé que ha comenzado un nuevo ciclo porque las semillas del futuro que sembré hace un tiempo, han comenzado a germinar.
He estado en el vientre de una ballena, que me escupió en costas insospechadas, me he metido en laberintos sin salida y he recorrido largos viajes internos para luchar contra mis demonios.
En el recorrido, conocí gente maravillosa y creamos cosas sorprendentes. He cometido errores, me he disculpado, he seguido adelante y los he amado a todos.
Ahora, siete años después, soy más joven y más sabio que antes. Por lo tanto, soy optimista porque mis acciones se basan en una conciencia ecosistémica que entreteje mi intención con el mejor futuro posible de la humanidad.
Gracias a todos los que me han acompañado en esta hermosa aventura.
Sumergiéndome en el iceberg del liderazgo
En marzo de 2023, al inicio del Programa de Liderazgo Ecosistémico en Uruguay, Laura Pastorini dijo a los 180 agentes de cambio allí reunidos:
“Primero que nada, vamos a trabajar en nuestra intención. Entonces, les haré tres preguntas: Primero. ¿Para qué estoy aquí?
Empecé a escribir sobre hacer nuevos contactos y mostrar mis últimos proyectos, con la esperanza de encontrar nuevos socios comerciales, etcétera. Entonces ella dijo.
“Ahora, respondamos desde un lugar más profundo dentro de nosotros. ¿Para qué estoy aquí?”
No recuerdo la respuesta exacta, pero ciertamente fue mucho más corta que la primera. Volvió a hablar y dijo:
“Vamos a profundizar más dentro de nosotros y respondamos: ¿Para qué estoy aquí?”.
La respuesta emergió del fondo como una boya en el agua:
“Para estar al servicio de lo que el campo quiera de mí en esta ocasión”.
Miré fijamente mi respuesta, y un diálogo comenzó dentro de mí:
— Mi yo del pasado dijo: “He viajado siete mil km para hacer algunas propuestas…”.
— Mi yo del presente dijo: “Bueno, fui invitado, así que lo mínimo que puedo hacer es estar al servicio”.
— El Yo de mi mejor posibilidad futura dijo: “Este lugar es asombroso, así que soltaré el control y dejaré que el fluir del campo me guíe”.
En un nivel más profundo de conocimiento, yo sabía que este sería un momento que atesoraría por el resto de mi vida.
Me había convertido en el observador de mis pensamientos y acciones mientras liberaba el control de los posibles resultados, así que sintonicé con la fuente en la que se origina todo lo que vale la pena en la vida. Me sentí agradecido, feliz y realizado.
Me tomó siete años alcanzar este nivel de conciencia.
Todo comenzó con un llamado interior
En 2015, tenía 65 años y vivía en Venezuela, un país dirigido por una bandada de pillos. Diez años antes, mi carrera de 25 años en finanzas corporativas había terminado en “burn out”. Me recuperé gracias al cuidado amoroso de mi esposa, quien sostuvo el espacio para mi sanación, y me animó a entrar en el negocio inmobiliario. Entonces, en 2015, había sido agente de bienes raíces durante diez años, y sí, tenía una ocupación, pero mi vida carecía de sentido.
Mi problema no estaba en el nivel del hacer sino en el nivel del ser. Estudiar Psicología Positiva y Coaching Ontológico me ayudó, pero necesitaba más a un nivel más profundo, y no sabía qué. Luego, una colega coach compartió en Facebook información sobre un nuevo curso del MIT que tenía un nombre extraño, u.lab: Liderando desde el Futuro Emergente.
En ese momento, Venezuela sufría una Emergencia Humanitaria Compleja provocada por burdo liderazgo de una dictadura militar. Por lo tanto, tenía curiosidad por ese nuevo curso de liderazgo del MIT, diseñado para resolver los problemas más apremiantes del mundo.
En la primera sesión en vivo, quedé impresionado por las palabras pronunciadas por Otto Scharmer:
“Como astronautas, buscamos las estrellas en nuestras carreras y vidas. En medio del camino, hacemos una pausa y miramos hacia atrás y pensamos no solo en el planeta TIERRA sino también en el planeta SER, y nos preguntamos: ¿Qué es lo que realmente me importa? ¿Quién soy yo y cuál es mi verdadero trabajo? ¿Cuál es la historia del futuro de la que quiero ser parte, en la que quiero colaborar? Estas preguntas marcan el camino hacia el territorio más profundo del liderazgo”. Otto Scharmer. u.lab1x, septiembre de 2015.
Al escuchar esas palabras, algo dentro de mí cambió y me motivó a tomar el programa porque quería conocer ese territorio a fondo. Incluso hoy, la energía de esas palabras me sostiene en tiempos difíciles porque en ese entonces sentí que Otto estaba hablándole a mi Ser más profundo, despertándolo. Desde entonces, todo lo que he hecho es hacer mi mejor esfuerzo para sintonizar con ese llamado.
En esos días, busqué referentes más allá de los facilitadores que colaboran directamente con Otto, específicamente dentro de la región de América Latina; personas que podrían inspirarme con sus viajes de u.lab. Encontré dos, de Brasil: Jeanine Saponara y Marcelo Cardoso. A través de los años, ambos han seguido siendo ejemplos de dedicación apasionada a su trabajo de transformación y han marcado la dirección de mi viaje. Más adelante tendría la suerte de asociarme en esa travesía con algunas de las mejores personas que he conocido en mi vida, pero en esos primeros días, eran ellos dos.
Soñando con Cambiar el Mundo
Yo tenía un sueño loco de crear una masa crítica de agentes de cambio para impulsar la transformación de la sociedad venezolana desde abajo. El u.lab en idioma español sería el camino, pensé, porque si encontraba los fondos, podríamos capacitar a cientos de agentes de cambio de la Teoría U a un costo mínimo. Tres personas pueden cambiar el mundo, así que María Antonieta Angarita, Marietta Perroni y yo nos propusimos hacerlo.
Tuvimos un gran comienzo cuando Barrett Values Fund nos otorgó una subvención de veinte mil dólares en 2018. Con ese dinero, nos aliamos con la Universidad Metropolitana de Caracas y capacitamos a doscientos agentes de cambio de distintos estratos de la sociedad venezolana.
Lo hicimos en tres cohortes de cuatro meses, cada una con el mismo programa que ofrecía el MIT, con un costo final de cien dólares por persona ($100/P). No podíamos creer que estábamos creando un prototipo de transformación social basada en valores para Venezuela. Estábamos emocionados, comprometidos y buscando formas de escalarlo.
Como Jonás, caí en el vientre de la ballena
En 2019, las cosas se complicaron; nos cortaron los fondos extranjeros debido a que Venezuela fue objeto de sanciones financieras internacionales causadas porque el gobierno se apropió de todos los poderes, convirtiéndose en una dictadura de facto. Mientras la sangre corría por las calles, las inyecciones masivas de dinero negro de la corrupción y el narcotráfico crearon una burbuja inmobiliaria que pobló Caracas con enormes edificios residenciales y familiares de lujo, todos vacíos. Mis finanzas personales se vieron afectadas a causa de mi decisión de retirarme gradualmente del negocio inmobiliario porque no quería tener nada con esa energía.
Yo creí tener una salida a esa locura cuando mi esposa ganó una visa de diversidad para residir en los EE. UU., que obtuvimos en Bogotá porque no hay una embajada de los EE. UU. en Venezuela. Cuando íbamos a partir hacia los EE. UU., se declaró la pandemia de la COVID-19, y nos dejó encerrados en este país mucho más allá del vencimiento de nuestras visas. Para colmo de males, en el momento que nos dieron nuestras nuevas Visas DV, anularon las de visitantes. Por lo tanto, hoy estamos impedidos de entrar en un país donde éramos, al menos en el papel, residentes. Para colmo, ese es el país donde residen la familia de mi esposa, mi hijo menor y uno de mis hermanos. Estamos separados de nuestras familias, y nuestra mejor esperanza es obtener una entrevista de visa de visitante en dos años.
En 2021, tuve varias conversaciones con mi amigo de la comunidad u.lab, Francisco Miraval, quien es un brillante filósofo de origen argentino y reside en Denver, Colorado. Él me dijo varias veces que mi experiencia le recordaba el viaje de Jonás, el profeta judío de Nínive, que trató de huir de Dios porque sabía que Él, en su infinita misericordia, no haría daño a los asirios, a quienes odiaba, porque eran una amenaza real para Israel. Jonás huyó para no cumplir la voluntad de Dios — no hacer nada a los asirios; hasta que, a 2.500 millas de casa, cayó de un acantilado en el sur de España justo en el vientre de una ballena. Como Jonás dentro del vientre de la ballena, yo, en el lugar oscuro en que me encontraba, no entendía lo que me estaba pasando. Tampoco veía lo que veía Francisco.
No hay peor situación que un Dios misericordioso cuando quieres ver a tus enemigos pagar por el daño causado. Jonás quiere hacer las cosas a su manera y termina en el vientre de un monstruo marino. Padre Richard Rohr.
Me sentía frustrado por haber perdido mi país a manos de una banda de criminales y por haberse truncado mis planes para iniciar una transformación social desde abajo. Estaba sorprendido y contrariado por la pérdida de nuestra oportunidad de escapar de ese lío y además estaba deprimido por mi situación financiera. Me habían dejado con las manos vacías y no sabía qué hacer. Peor aún, empecé a cuestionar las decisiones que había tomado por razones de integridad. Me sentía como un náufrago.
Gran parte de mi trabajo anterior con hombres y su espiritualidad fue enseñarles cómo confiar en el tiempo que pasaban en el vientre de la ballena, cómo permanecer allí sin necesidad de arreglarlo, controlarlo o incluso comprenderlo completamente, y esperar hasta que Dios los escupiera en una nueva playa. Eso se llama “espacio liminal”, y creo que toda transformación profunda tiene lugar dentro del espacio liminal. Padre Richard Rohr.
El calvario de Jonás dentro de la ballena duró 2.500 millas, de regreso a donde había comenzado a huir. Allí, la ballena lo escupió en una playa. Cuando Jonás se dio cuenta de dónde estaba, no dijo nada; no hizo nada; el viaje de regreso a casa en el vientre de la ballena había sido el “espacio liminal” donde le ocurrió un auténtico aprendizaje transformacional.
Mi calvario duraría cuatro años.
Durante ese tiempo ¿Cómo mantienes la fe en Dios? Quien, en un nivel más profundo, sabes que está allí para ti, sin embargo, ¿deja que te ahogues en el vientre de una ballena durante 2.500 millas? ¿Un Dios que te da un pequeño indicio de esperanza cuando el monstruo abre la boca y sale agua, peces y todo lo demás menos tú? ¿Y te ahogas de nuevo? ¿Y otra vez?
¡No la mantienes! ¡La pierdes! Lo niegas, como Pedro. Cometes errores. Sientes culpa. Te arrepientes, y todo se repite una y otra y otra vez. Un espacio liminal no es un monasterio con silencio voluntario para orar y ayunar. Tú permaneces allí en contra de tu voluntad; tu fe es probada a diario y vives en desconcierto 24/7/365.
Y, sin embargo, una vez que sales de ese espacio, todo lo que has vivido cobra sentido, moviéndote a sentirte agradecido, más humilde, más sabio, más amante de la vida, y viendo renovación y esperanza por doquier.
Un viaje de aprendizaje diseñado específicamente para mí
Ahora sé que una vez que estableces una intención y eliges un camino a seguir, solo puedes ver el comienzo porque muy pronto, “El Campo” elige un viaje de aprendizaje para ti que probablemente no tiene mucho que ver con los planes que trazaste tan cuidadosamente. Pero ese viaje marcará la diferencia para ti y el sistema a largo plazo. El problema es que no podemos verlo porque, en cuanto a la complejidad se refiere, somos seres miopes y emocionales. Como implica Nora Bateson, cuanto más complejo es el sistema, más difícil es percibir el camino a seguir.
Hay una gran cantidad de material que trata ‘sobre’ el proceso sistémico, y muy poco para demostrar formas de ser, percibir y comunicarse desde ‘dentro’ del proceso sistémico… La necesidad de dar este salto es urgente. Los sistemas no están allá; somos de ellos y estamos totalmente en ellos… Hay un profundo desacierto alojado en la ilusión de un posible control de sistemas vivos complejos sin que haya una destrucción de n-ésimo orden. Nora Bateson.
No conozco contextos donde las personas puedan planificar linealmente sus vidas: crecer — estudiar — trabajar — formar — una — familia — jubilarse — morir. Porque, en la mayoría de los casos, la vida, la muerte y todo lo que está entre ellos es impredecible. Sin embargo, todo en la sociedad está organizado parcial o totalmente alrededor de ese principio.
Por supuesto, nuestras emociones y las presiones del sistema a veces son difíciles de resistir. Si prestas atención a las críticas, reaccionarás perdiendo el foco. Si eres demasiado cuidadoso y evitas cometer errores, te frustrarás porque los errores son inevitables en complejidad. además, te desviarás de tu camino si diriges tu atención hacia lo que hacen los demás.
Por otro lado, en un nivel más profundo de conocimiento, sabes que, aunque no veas resultados, debes optar por conectarte con la energía de tu intención, y abstenerte de actuar. Se trata de reunir el coraje para perseverar y mantenerte conectado con esa energía, manteniéndote fiel a tu intención y prestando atención a tu atención. Por eso es tan importante el consejo de Otto para continuar el viaje por el camino correcto, independientemente del contexto.
“Lo único que sé es que cuando no sabes qué hacer… no hagas nada. En otras palabras, quédate con la conexión, no hagas nada, presta atención con la mente, el corazón y la voluntad bien abiertos. De esa conexión, surgirá algo que te informará el siguiente paso a dar”. Otto Scharmer. Programa de Liderazgo Ecosistémico, Uruguay.
La esencia de la fe
Mientras estaba en mi “espacio liminal”, experimentando todas las vicisitudes explicadas anteriormente, algo permaneció intacto: un firme compromiso con el camino elegido. Me topé con la Teoría U cuando salió del útero del MIT y me quedé con ella. Aunque puse todas mis fichas en ella, no fue en una apuesta; fue una cuestión de resonancia cuántica, que David Bohm analiza en Wholeness and the Implicate Order. Una vez que estás conectado con esa longitud de onda, sientes que estás en otra dimensión.
En contra de los consejos de todos, decidí que esta recién nacida metodología de cambio consciente de sistemas sería la herramienta que yo usaría para prototipar mi futuro. El sentido común indica que, si yo hubiese tenido 40 años menos; eventualmente, habría podido desarrollar una excelente carrera en un tiempo razonable. Pero a los 65 años, ¡qué va! Así que yo estaba consciente que cambiar de carrera tan tarde en mi vida haría que mi camino fuera más difícil de recorrer. En realidad, no tenía ni la menor idea de lo difícil que iba a ser.
Sin embargo, persistí en la Teoría U porque me sentía muy bien cada vez que explicaba de qué se trataba en un negocio, en una reunión, en un seminario, en la web, o cuando estaba con amigos. Cada vez que mi esposa y yo nos reuníamos con amigos, y alguien me preguntaba: “Helio, ¿a qué te dedicas?”, yo sabía que sentiría la punta del zapato de mi esposa pateando mi pierna debajo de la mesa mientras sus profundos ojos verdes me indicaban: “¡No hables de eso!”.
Hablar de ello me hizo sentir más joven y conectado con un propósito superior; en otras palabras, me hizo sentir vivo porque dejé de preocuparme por el futuro y me concentré en el momento presente. Por primera vez en mi vida, aunque todavía no veía resultados prácticos, era un placer hablar de mi trabajo.
“ein Lesetipp in komischen Zeiten”
El 16 de marzo de 2020, al comienzo de la pandemia de la COVID-19, leí un artículo de Otto Scharmer, Ocho lecciones emergentes: del coronavirus a la acción climática. Al leerlo, lo traduje al español, percibiendo que los temas que Otto trataba en él eran de tal importancia que necesitaban ser comunicados a una audiencia más amplia, más allá de sus lectores habituales en inglés. Yo había estado traduciendo los artículos de Otto al español como un servicio a la comunidad venezolana de Teoría U, pero esta vez fue diferente. Le envié la traducción a Rachel Hentsch Spadafora, responsable de comunicaciones del presencing Institute, y le pedí permiso. Me dijo que iba a hablar con Otto al respecto.
El 19 de marzo, día de mi 70 cumpleaños, recibí un correo electrónico con el asunto “ein Lesetipp in komischen Zeiten” (Lectura obligada en tiempos extraños). Era de Otto, agradeciéndome la traducción de su artículo al español y diciéndome que había puesto un enlace a mi blog en la parte superior del mismo.
A finales de ese mes, mientras yo me quedaba varado en Venezuela durante la pandemia, el artículo de Otto había sido traducido a diez idiomas y Rachel me había invitado a formar parte del equipo de idioma español del “Gaia Journey,” el evento en línea del Presencing Institute que fue un hito en comunicaciones globales durante el confinamiento de la COVID-19. Yo estaba experimentando en carne propia cómo la onda de aire producida por el aleteo de una mariposa podía provocar un tifón al otro lado del mundo.
La ballena me escupió en la playa del “GAIA Journey” cuando más lo necesitaba y cuando más me necesitaban.
En ese momento, Mechi Bidart, Laura Pastorini y Antonio Moya La-Torre estaban formando el equipo de idioma español de “Gaia Journey.” Caí en la Travesía Gaia como si descendiera de la nada en un paracaídas.
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